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Giovanna Chadid — Goads and Papers
Escribo filosofía, ensayo, crítica socio-cultural y poemas cuasi-ensayísticos sobre el ser y otros temas vagamente lujuriosos.

Samūm
Samūm —del árabe سَمُوم— nombra al viento envenenado del desierto: seco, abrasador, cargado de partículas finísimas de arena, caliente hasta el delirio, y temido por su capacidad de desorientar, quemar la piel y provocar alucinaciones.
Este espacio de lectura opera bajo el mismo principio: no ofrece sombra ni diálogo, solo exposición radical al pensamiento. Aquí se entra sabiendo que la claridad puede doler más que la oscuridad.

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𝕸𝖊𝖉𝖚𝖘𝖆𝖍𝖗𝖆 𝕹𝖊𝖜𝖘𝖑𝖊𝖙𝖙𝖊𝖗

Desiertos Sonoros
Lecturas en voz baja

Medusahra
𝖒𝖊𝖉𝖚𝖘𝖆𝖍𝖗𝖆 —de Medusa, la mujer condenada que aprende a transformar el castigo en poder, y ṣaḥrāʼ صَحْرَاء, el desierto como extensión viva de la conciencia y del espíritu— no es un nombre que elegí: es una fisura que me encontró. Un pliegue en la lengua donde algo quebrado empezó a resonar con más fuerza que todo lo entero. Es un espacio de vibración espectral donde lo simbólico, lo visual, lo material y lo poético se cruzan sin jerarquía. Este lugar no es un archivo ni una galería: es una zona de persistencia, donde los restos —objetos, imágenes, fragmentos, signos— no se interpretan, se permiten; aquí la existencia se dispersa como polvo de arena caliente sobre las piedras talladas del Levante, lo íntimo se transforma en clima, en lluvia, en cordillera, y lo que no tiene forma encuentra su lugar sin urgencia, sin centro, sin necesidad de explicación. Habito el temblor entre dos ecos: uno de montaña y niebla, otro de arena y mar.

Fosfenos
Ver manchas de luz con los ojos cerrados. Eso son los fosfenos: residuos luminosos, espectros del mirar. Destellos que el ojo percibe incluso en la oscuridad, provocados por la presión sobre el globo ocular, por el delirio de la retina o por el recuerdo de una luz que ya no está. Ver sin ver. Pensar sin imagen. Quedan cuando se cierran los ojos con fuerza, o cuando la luz ha sido tanta que persiste como una impronta tenaz.
Este espacio opera bajo el mismo principio y nace de ese fenómeno. De lo que queda tras la lectura, cuando se han apagado las palabras pero algo en ellas nos insiste: una idea que reverbera, una herida que arde, una belleza que inquieta. Aquí no se resumen libros como quien recomienda un perfume o un restaurante. Se recogen sus residuos incandescentes. Se lee como quien afila un cuchillo.